A los quince minutos...

El fútbol me apasiona. Mejor dicho, el fútbol tiene aspectos que me apasionan y aspectos que detesto. Dentro de esta gran aparente contradicción, esta el hecho de jugar al fútbol. Me encanta jugar al fútbol, pero desde que dejé la secundaria (en el año 2000…. ¡en el año 2000!) no juego seguido. Algún que otro partido esporádico.

Esto viene a cuento que ayer jugué un partido como lo hacía en mis épocas de secundario, dejando todo en la cancha. Y me di cuenta de algunas cosas: todavía puedo jugar, mi estado físico es lastimoso (a los quince minutos estaba literalmente tirado en el piso), no perdí el olfato goleador, los pendejos de quince años tienen al menos cuatro pulmones, y más importante, quiero seguir jugando.

En el partido de ayer mi equipo perdió lo que me dejo muy caliente. Odio perder y mas jugando a la pelota. Por lo que me quedo en la cabeza dando vuelta la idea de seguir jugando mas seguido con este grupo. Me divertí, lo disfrute, pero odio visceralmente perder. Quiero venganza.

Cuando desperté hoy, hace unos minutos nada mas, me di cuenta de un último dato revelador de mi mismo… me duele todo el cuerpo. Mal. Sobretodo la espalda. Lo tomo como una llamada de atención para ponerme en estado. Mi espalda la puta madre.

Cazador, un diez como nunca viste.